En el árido paisaje de la Texas fronteriza de 1980, los hermanos Coen crearon no solo una de las mejores películas del siglo XXI, sino también obra fílmica donde la violencia es un personaje más de la historia.
El legado de “No Country for Old Men” (2007) está ligado a un hecho histórico: en la ceremonia del Oscar 2008, esta obra maestra se alzó con el premio a Mejor Película frente al coloso “There Will Be Blood” (Petróleo Sangriento) de Paul Thomas Anderson.
En Dapper Magazine, desentrañamos las capas de esta obra maestra que obtuvo 4 Óscares, incluyendo Mejor Película.
Una caja de pandora en el desierto
La historia comienza con la decisión fatal de Llewelyn Moss (Josh Brolin), un cazador que encuentra dos millones de dólares en una transacción de drogas fallida. Al tomar el dinero, desata una cadena de eventos que lo perseguirán sin piedad.
Su contraparte es Anton Chigurh (Javier Bardem), un asesino a sueldo que opera con la lógica implacable de un tornado: no es un hombre con motivos, sino la personificación del caos. Observando desde la distancia está el sheriff Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones), quien representa la humanidad desgastada frente a un mal que ya no comprende.
Javier Bardem como Anton Chigurh
Es imposible hablar de No Country for Old Men sin destacar la que es, sin duda, una de las caracterizaciones más aterradoras y memorables del cine moderno. Javier Bardem, más allá de ganar un Óscar por su actuación, creó un arquetipo de personaje.
Desde su absurdo y siniestro corte de pelo hasta su andar pausado y su arma más característica—una pistola de ganado neumática—, el personaje de Bardem da miedo. Casi inexpresivo y con una calma amenazadora.
Chigurh es más que un asesino; es un principio filosófico hecho persona.
La recomendación
No Country for Old Men no es una película para ver de fondo. Es una obra que exige ser atendida y que se queda contigo una vez que terminan los créditos. Su aplastante victoria en los Óscar sobre There Will Be Blood no la hace “mejor”.
Solamente es un enfoque diferente al que estamos acostumbrados. Como escribió Cormac McCarthy en la novela original: “No se trata de que el mundo sea cruel. Simplemente es así”. Los Coen capturaron esa verdad con una precisión devastadora, recordándonos que el cine puede ser tanto entretenimiento como filosofía pura.