El pan de muerto, una de las tradiciones más emblemáticas del Día de Muertos en México, es más que un simple postre, su distintivo sabor y decoración se han convertido en el reflejo de una historia de mezcla cultural (prehispánica y española) que se une en la ofrenda. Pero, ¿cómo nace este postre?
Orígenes prehispánicos y la mezcla con el catolicismo
Antes de la llegada de los españoles, las culturas mesoamericanas ya rendían culto a la muerte a través de ceremonias y ofrendas. Por ejemplo, los mexicas celebraban el Miccailhuitontli, un festival en honor a los muertos en el que se preparaban platillos especiales para honrar a los espíritus de los seres queridos.
Durante estos rituales, se hacían figuras de amaranto y otros ingredientes naturales que representaban a los dioses de la muerte. A menudo se consumían en los rituales, lo que representaba la comunión entre los vivos y los muertos, pero con la llegada de los conquistadores, estas prácticas se fusionaron con las tradiciones católicas, específicamente la Fiesta Litúrgica por lo difuntos, de la cual se tiene registros datados desde 998 d.C.
La llegada del trigo (y del pan)
Con la influencia española, el trigo se introdujo en la alimentación mexicana, y junto con él, el pan. Al modificar las tradiciones para alinearlas con los ideales católicos, se modificó la costumbre de hacer figuras para los muertos y crearon una nueva versión: el pan de muerto. A lo largo de los siglos, esta tradición evolucionó hasta llegar a la versión moderna, que integra ingredientes y técnicas españolas con el simbolismo prehispánico.
La pequeña bola central representa el cráneo, mientras que las tiras que lo rodean simbolizan los huesos de los difuntos, estos huesitos cruzan el pan en referencia a los cuatro puntos cardinales. El aroma a azahar, anís y naranja, representa al espíritu; además, se dice que el azúcar que cubre el pan simboliza la dulzura de la vida y el amor por los seres queridos que ya no están.
Hoy en día, el pan de muerto es una parte esencial de las ofrendas de Día de Muertos, se coloca junto a fotos, velas y otros alimentos favoritos de los difuntos en altares, esperando que los espíritus regresen a compartir este banquete especial con sus seres queridos. Este pan no solo es una deliciosa tradición; es un símbolo de la identidad mexicana y de una conexión espiritual con el pasado.