Como parte de nuestro recorrido gastronómico por la capital queretana llegamos a Mulli, un restaurante ubicado en el corazón de Álamos, el cual nos embarcó en un recorrido culinario por la gastronomía mexicana con un acercamiento moderno y contemporáneo.
Nuestra comida comenzó con unas gorditas de harina cocinadas a la leña, que nos transportaron de inmediato al norte del país. Las gorditas, esponjosas y con el toque justo de tostado proveniente de la leña recordaban al paladar a lo que una buena tortilla de harina debe ser (y créanme, soy norteña). Ese sabor casero y delicioso es uno que en Mulli pudieron capturar a la perfección.
Y como no solo podíamos tener una entrada, después llegó a la mesa una ensalada de burrata con cremoso de betabel, miel y vinagreta de xoconostle, adornada con nuez caramelizada. Esta entrada elevó la frescura de la burrata al combinarla con el dulzor natural de la miel de mezquite y la acidez del xoconostle. Sin embargo, lo que más sorprendió fue el papel del betabel, que conectaba todos los sabores de manera armoniosa, convirtiéndose en un favorito, incluso para quienes no suelen ser grandes fans de este tubérculo.
Para el plato fuerte, la propuesta fue más ambiciosa y nos llevó a explorar la versatilidad del tamal y confiar en la clásica vitamina T. Dándole la oportunidad a las tres variedades que ofrece Mulli, descubrimos que puedes elegir si deseas que se calienten a la leña, al comal o en manteca, pero para seguir con la temática de la gorditas decidimos que estos fueran tatemados.
Cada uno de los tres tamales presentaba una versión única. Primero tuvimos el tamal de lechón con mole coloradito, una mezcla de sabores intensos haciendo uso del mole para dar un extra de textura suave acompañaba de manera magistral el lechón tierno; después probamos el tamal de short rib con mole estofado, el cual se te deshacía en la boca; y por último tuvimos al que considero fue le mejor de los tres: el tamal de frijol con adobo huasteco que venía con ensalada de quelites, crema de rancho y salsa de cacahuate.
Es sorprendente ver cómo las palabras que nos compartió el chef Hugo antes de nuestra comida, resuenen demasiado con nuestra comida. “Lo importante es respetar la receta base. Si alguien que ha probado el mole en Oaxaca viene aquí, debe sentir que está comiendo algo auténtico, aunque lo presentemos de manera diferente”. Y en efecto, cada tamal fue un descubrimiento en sí mismo, demostrando la riqueza de las tradiciones culinarias mexicanas con una interpretación moderna.
Terminamos nuestra experiencia culinaria con la recomendación de la repostera de Mulli, Sarahí Orozco, que nos propuso su platillo estrella, el cual está inspirado en su abuelita. Este buñuelo con bugambilia acompañado de una crema de licor de azahar y maíz, un cremoso de guayaba rosa y un toque de toffee de piloncillo, fue el cierre perfecto para la comida. El delicado sabor de la bugambilia, junto a la explosión de texturas y dulzores sutiles, hicieron de este postre un broche de oro digno de recordar. La combinación de ingredientes poco convencionales como el licor de azahar y la bugambilia se sintieron armoniosos, sin ser abrumadores. Si eres fan del pan de muerto, este postre te ayudará a recordar el sabor incluso cuando no es temporada de ese pan.
Mulli nos ofreció una propuesta que da el balance perfecto entre la tradición mexicana con el acercamiento contemporáneo (y hasta cierto punto, atrevido) de las nuevas generaciones. Con ellos, los sabores mexicanos fueron protagonistas, y el uso de ingredientes frescos y técnicas refinadas nos dejó una experiencia que vale la pena repetir.
Sin duda, Mulli es una opción para aquellos que buscan redescubrir la gastronomía mexicana en su máxima expresión y que debe estar en tu lista de restaurantes que debes probar si visitas Querétaro.
