Cada verano, Londres se convierte en el epicentro del lujo y los más emocionantes partidos. Y aunque se trata de un encuentro deportivo, Wimbledon es un desfile de elegancia, moda y buen gusto. Es el torneo de tenis más antiguo y prestigioso del mundo —fundado en 1877— representando la cúspide del talento deportivo y la sofisticación del público que lo celebra.
En su edición 2025, el All England Lawn Tennis and Croquet Club vuelve a recibir a los mejores jugadores del planeta, y a una audiencia cuidadosamente vestida. Miembros de la realeza, herederos de imperios económicos, estrellas del cine, eruditos de la moda, y tecnología. Todos bajo un código no escrito de elegancia sobria porque Wimbledon no es solo un torneo, es un statement cultural donde el estilo no grita, susurra. Aquí el espectáculo está en los detalles.
Pero más allá de la moda, el tenis se juega con intensidad. La edición 2025 de Wimbledon ha comenzado con un despliegue de talento entre los grandes nombres del circuito. En la rama masculina, el español Carlos Alcaraz busca inscribir su nombre como el quinto tricampeón de la historia del torneo, y hasta ahora ha demostrado un juego sólido que lo perfila como favorito, aunque con fuerte competencia de parte del italiano Jannik Sinner , actual número uno del mundo, y del legendario serbio Novak Djokovic, que aún conserva hambre de gloria.
En la competencia femenina, la bielorrusa Aryna Sabalenka, líder del ranking WTA, apunta a levantar por primera vez la Venus Rosewater Dish. Sin embargo, su camino no será fácil: la polaca Iga Swiatek sigue avanzando con determinación, en una edición marcada por eliminaciones sorpresivas de favoritas durante las primeras rondas.
Más que tenis
Asistir a Wimbledon es participar en un ritual británico centenario donde el protocolo importa tanto como el marcador. No hay anuncios en la cancha, ni ruido innecesario: solo el sonido inconfundible de la pelota sobre el césped, los aplausos contenidos y el murmullo del mundo paralelo que se vive en las gradas. Aquí se consolidan relaciones de negocios, se definen alianzas culturales, y se transmite un mensaje de estatus que no necesita ser pronunciado.
En tiempos donde todo se transmite y se exhibe, Wimbledon es uno de los últimos espacios donde el poder aún se ejerce con elegancia y bajo perfil.
El torneo continuará hasta el 13 de julio, con cada partido ofreciendo no solo grandes momentos deportivos, sino también nuevas postales de ese otro juego que ocurre fuera de la cancha: el del estilo, el poder y la discreta opulencia.