Los bagels representan más que un simple tipo de pan o alimento; en Nueva York, se han convertido en un símbolo cultural. La leyenda dice que el bagel fue creado en honor a la victoria del rey polaco Juan III Sobieski.
Bueno, la realidad es que se crearon en la ciudad de Cracovia, y rápidamente se volvieron populares entre los judíos. Y precisamente fueron ellos los responsables de su aparición en ciudades como Nueva York o Boston, pues fue en estos lugares donde se exiliaron durante la Segunda Guerra Mundial.
Originalmente, esta comida se vendía por panaderos ambulantes que la transportaban de una forma muy peculiar: ensartada en palos de madera para facilitar su traslado. Contrario a lo que algunos podrían pensar, los bagels no son donas (aunque tengan un orifico en su centro) pues su elaboración es lo que los hace tan diferentes y especiales.
Están hechos de harina de trigo, primero se cuecen en agua hirviendo para luego ser horneados. El resultado es un pan denso con una cubierta exterior ligeramente crujiente.
Con el paso del tiempo los bagels se popularizaron más allá de las comunidades judías, adaptándose a gustos más amplios de Nueva York. Surgieron variaciones, pues su masa permite que se agreguen semillas de ajonjolí, y amapola, hasta versiones con cebolla, ajo y hasta queso.
Hoy en día es un icono de la cultura de Nueva York, tal cual como la deep dish pizza de Chicago. El más conocido de NY es el que va relleno de queso crema y salmón ahumado, aunque se permiten combinaciones dulces y saladas; se encuentran en casi todos los cafés y panaderías de la ciudad, siendo parte del desayuno típico neoyorquino.
Muchos visitantes de la Gran Manzana no solo acuden por la pizza, sino también para degustar un excelente bagel. Así que, si por casualidad te encuentras caminando por las calles de Nueva York, no te límites a los hot dogs o la pizza; busca un bagel genuinamente neoyorquino.