Siguiendo la tradición asiática, donde el mayor cumplido que le puedes dar a un postre es decir que no está tan dulce, esta variante de la tarta de queso será la favorita de quienes prefieren postres cremosos y bajos en azúcar.
Para entender el nacimiento de este postre, es necesario viajar a mediados del siglo XX, donde la apertura del país nipón a Occidente se empezaba a consolidar. Con los viajes de más japoneses al extranjero, el uso de ciertos ingredientes y técnicas se empezó a implementar en la gastronomía local, de la cual nacieron fusiones, siendo probablemente la más popular la tarta de queso japonesa.
La creación de este postre se le atribuye a Tomotaro Kuzuno, propietario de Morozoff de Kobe, quien en uno de sus viajes a Berlín durante la década de los sesenta, descubrió el pastel alemán de queso käsekuchen y quedó fascinado. Cuando llevó la técnica de dicha tarta a Japón, pero usando ingredientes locales y obviamente dándole su propio giro, esta adquirió el nombre de スフレチーズケーキ es decir, «tarta de queso soufflé». Para finales de la década de los noventa, el postre ya era popular en toda la isla.
Su textura esponjosa es la clave. Esta se da como resultado de batir las claras de huevo por separado antes de incorporarlas a la mezcla, y en tradición asiática, para balancear lo dulce y salado, se agrega un puñado de pasas al fondo de la mezcla previa a su horneado, el cual se hace a baño maría. Otro de los grandes atractivos de esta tarta es su simplicidad en ingredientes, usualmente sólo lleva queso crema, leche, huevos, azúcar y harina.
A diferencia de otras tartas de queso o pasteles, la versión japones es altamente disfrutada caliente debido a su cualidad de “derretirse en la boca”. Muchos argumentan que es un manjar que deben probar al menos una vez en la vida.