En los años recientes en redes sociales se han popularizado las inmersiones en agua con hielo, pero esta practica dista de ser nueva. Durante siglos, las culturas del norte de Europa han recurrido al agua helada como una forma de purificación física y mental. Desde los saunas finlandeses seguidos de zambullidas en lagos congelados, hasta los rituales eslavos de invierno, el frío siempre ha estado presente en prácticas tradicionales de salud. Sin embargo, fue gracias a figuras contemporáneas como Wim Hof —conocido como The Iceman— que esta disciplina ancestral ha cobrado nueva fuerza en la cultura del bienestar actual.
Hoy, los baños de hielo han dejado de ser una excentricidad nórdica para convertirse en una práctica habitual entre atletas de alto rendimiento, entusiastas del biohacking y personas que buscan reconectar con su cuerpo y fortalecer su mente. ¿Por qué sumergirse en agua a menos de 5 grados Celsius puede considerarse un acto de autocuidado? La respuesta está en sus beneficios comprobados.
Activación del sistema inmune y reducción de la inflamación
Uno de los efectos más conocidos de la inmersión en agua helada es su capacidad para reducir la inflamación muscular y acelerar la recuperación física. No por nada los deportistas han adoptado esta práctica como parte esencial de su entrenamiento. Además, estudios recientes sugieren que la exposición breve al frío estimula la producción de glóbulos blancos, lo que fortalece las defensas del cuerpo.
Mejora del estado de ánimo y salud mental
La exposición al frío desencadena la liberación de endorfinas, conocidas como las “hormonas de la felicidad”. Muchos practicantes reportan una sensación de euforia, claridad mental y una notable disminución del estrés después de cada sesión. Este efecto ha llamado la atención de psicólogos y médicos que exploran terapias complementarias para la ansiedad y la depresión.
Resiliencia mental y conexión cuerpo-mente
Sumergirse en hielo no solo es un desafío físico, sino un ejercicio de voluntad. Aprender a controlar la respiración, mantenerse en calma y superar el impulso de salir corriendo desarrolla resiliencia y presencia mental. Es una meditación en frío, donde el cuerpo aprende a tolerar el malestar y la mente se entrena para habitar el aquí y el ahora.
Una tendencia con propósito
Lo que comenzó como una moda entre wellness coaches y creadores de contenido se ha transformado en una práctica con fundamentos sólidos en la ciencia y la tradición. Centros especializados en crioterapia, talleres de respiración y retiros de bienestar en destinos naturales han hecho de los baños de hielo una experiencia cada vez más accesible, estructurada y segura.
Eso sí, como toda práctica de exposición física extrema, las inmersiones en hielo deben realizarse con precaución y acompañamiento profesional, especialmente si se tiene alguna condición de salud preexistente.
Lejos de ser una simple excentricidad, los baños de hielo representan una reconexión con lo esencial: el cuerpo, la respiración, el coraje. En tiempos de estímulos constantes y comodidad excesiva, el hielo nos recuerda que a veces es en el extremo opuesto del confort donde habita la verdadera vitalidad.