Arap Bethke: Un hombre en evolución constante

Si su vida fuera una película, aún no tiene claro el título, pero lo que sí sabe es que seguiría siendo una historia en movimiento. Llena de personajes, de géneros, de preguntas y de pasión por lo que hace: un actor, un activista, un papá, un curioso incansable y sobre todo un hombre en evolución constante.

Hay días en los que uno siente que está exactamente donde debe estar y para nuestra portada del mes de agosto, Arap Bethke, este es uno de esos momentos. Lo dice con tranquilidad: “muy contento con Dios”, responde cuando se le pregunta cómo está. Y no es una frase hecha: esa sensación de plenitud atraviesa todo lo que hace y lo que dice. Desde el escenario hasta el activismo, desde la ficción hasta la vida real, Arap parece caminar con propósito.

 

En esta etapa, ese propósito se manifiesta con fuerza sobre la tarima. Su participación en Siete Veces Adiós, una obra musical que mezcla amor, humor, música y catarsis emocional, ha sido, según sus propias palabras, un viaje transformador. No solo porque representa su incursión en el género musical (uno que después nos confesó que había querido explorar), sino por lo que la obra le ha enseñado como persona y como actor.

 

“Todas las noches es un aprendizaje. Es importante entender que el amor se construye, se trabaja, se cuida, y es una decisión. Es una decisión de uno o de dos trabajar en esto y en el perdón. Una de las cosas más importantes en esta historia es el perdón: la importancia de realmente perdonar a tu pareja si quiere seguir con ella y dejar las cosas atrás. Dejar lo que ya no les sirve para poder seguir construyéndose al futuro”.

 

 

Justo esta faceta del actor es una que nos invita a explorar, ya que la obra promete encantar incluso a los más escépticos del teatro musical. “La gente llora, se ríe, canta. Hay quienes han venido varias veces y se saben las canciones. Es una experiencia muy bonita, sensorial, profunda. Sales con ganas de hablar del amor, de la familia, del perdón. Creo que todo el mundo debería vivirla al menos una vez… o más”.

 

Esa sensibilidad que lo acompaña también se reflejó en El extraño retorno de Diana Salazar, una reinterpretación contemporánea de una historia clásica de la televisión mexicana que resultó un fenómeno en las plataformas. En ella, Arap abordó temas que parecen repetirse en su vida profesional de manera casi simbólica: el amor, las heridas del pasado y la posibilidad de sanar.

 

“Fue muy especial volver a trabajar con Angelique Boyer, Sebastián Rulli, con Carlos Bardasano. Lo que me atrajo fue justo eso: el enfoque distinto, la manera de hacer televisión de otra forma, y el fondo místico de la historia. Esa idea de que venimos a resolver asignaturas pendientes de otras vidas, me parece poderosísima”.

 

Curiosamente, esas ideas encuentran eco en su otra obra actual. Arap hace una conexión clara entre ambas. En Diana Salazar se habla de sanar vidas pasadas; en Siete Veces Adiós, de sanar corazones. Y al final, ambas le han permitido adentrarse en lo que más le interesa: contar historias que emocionen y que resuenen. Historias que abren conversaciones necesarias.

 

 

Parte de ese sello personal, sin embargo, tiene que ver con su capacidad de saltar de un género a otro sin perder el centro. Comedia, romance, thriller, para Arap, todo se trata de jugar (casi literalmente). “Es como ser un niño. Me encanta poder cambiar de energía, de lenguaje, de universo. No me gusta quedarme en un solo lugar”.

 

 

Esa apertura constante ha sido una de sus mayores fortalezas. Lo ha llevado a trabajar en proyectos muy distintos entre sí, desde series ganadoras del Emmy hasta películas taquilleras. Y también lo ha hecho más consciente a la hora de elegir. Hoy, dice, es más selectivo. No porque se cierre, sino porque busca historias que le digan algo, que le hablen al momento vital en el que se encuentra.

 

“Aún hay muchas cosas que quiero hacer. Muchos personajes, directores, actrices con quienes quiero colaborar. Me gusta que cada proyecto sea distinto al anterior. Y aunque no soy de los que dicen que no a muchas cosas, sí me inclino por aquellas que me apasionan. Me encanta actuar, me encanta probarme”.

 

Entre esas historias por contar, hay una que sigue en su lista de pendientes: un western. “Me encantan las historias de vaqueros. Me encantaría hacer una”. Y sí, uno puede imaginar fácilmente a Arap cabalgando por un desierto cinematográfico, con sombrero, botas y una mirada que mezcla encanto y decisión. Porque si algo tiene, es eso: la capacidad de habitar universos completamente distintos con naturalidad.

 

 

Fuera del set, esa misma convicción lo ha llevado a involucrarse de forma profunda con causas que le importan. El medio ambiente, la justicia social, la igualdad de género, no son temas que mencione de paso, sino que son parte central de su vida. Ha colaborado con organizaciones como Greenpeace y ONU Mujeres, y habla con claridad sobre el momento urgente que vive el planeta. “No soy experto en tecnología, pero sé que puedo usar mi voz para apoyar causas que me apasionan. Me encanta el mar, me gusta llegar a una playa y verla limpia. Así que trato de aportar desde donde puedo”.

 

Esa conciencia social viene de casa. Su padre, cuenta, estuvo al frente de UNIFEM, hoy ONU Mujeres, antes de que el término “empoderamiento” se volviera tendencia.

 

“Lo practicaba sin llamarlo así. Viajábamos a comunidades donde las mujeres y los niños eran quienes se quedaban, porque los hombres iban a buscar trabajo. Les enseñaba no solo a hacer pozos, sino también a fabricar las bombas, a generar empleo. Crecí con ese ejemplo. Y también con mujeres fuertes, independientes, amorosas. Eso me marcó”.

 

Más recientemente, Arap formó parte de She4She, un movimiento que busca invitar a los hombres a cuestionar sus privilegios y asumir su parte de responsabilidad en la violencia de género. “Me parece crucial entender que las cosas cambian, que hay que evolucionar con los tiempos. Hay que estar abiertos, incluso si algo al principio te incomoda. Cuando logras tener una conversación que cambia la perspectiva de alguien, eso vale la pena”.

 

 

Su mirada sobre el mundo se ha ido afinando con el tiempo. Quizá por eso, cuando se le pregunta qué le diría al Arap de hace diez años, responde sin dudar: “Que confiara. Que mantuviera la disciplina, el enfoque… y que comprara Bitcoin”, dice entre risas. Pero también hay espacio para la proyección hacia el futuro. Si pudiera escribirse una carta a sí mismo dentro de diez años (prácticamente un decreto al universo, nos confiesa), él pide no perder el norte, que no se le olvide por qué hace lo que hace, que sea generoso con los demás y que nunca deje de tener curiosidad.

 

Hoy, Arap está enfocado en lo que lo mueve: el teatro, las causas que defiende, y las historias que valen la pena ser contadas. Y si su vida fuera una película, aún no tiene claro el título, pero lo que sí sabe es que seguiría siendo una historia en movimiento. Llena de personajes, de géneros, de preguntas y de pasión por lo que hace: un actor, un activista, un papá, un curioso incansable y sobre todo un hombre en evolución constante.

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