Septiembre tiene algo distinto. No es un mes de estridencias, sino de introspección. Al preguntarle cómo lo describiría, Danilo Carrera sonríe y responde sin titubear: “Morado, y con calma”. Esa misma serenidad lo acompaña en esta etapa de su vida, aunque por dentro hierva un volcán de proyectos, sueños y ambiciones.
El actor, conductor y exfutbolista ecuatoriano se ha convertido en una de las figuras más reconocidas de la pantalla latina, pero hoy parece estar en un punto de inflexión: no se conforma con actuar, quiere contar, escribir y producir las historias que nadie más se atreve a hacer. Y lo dice con la determinación de quien no teme sonar “delirante”.
Del niño distraído al narrador de historias
Danilo nunca fue el típico niño que soñaba con ser famoso. Mientras sus compañeros hablaban de música, actuación o celebridad, él dibujaba cómics y escribía relatos en hojas arrugadas.
“Decía que iba a escribir libros, pero mi ortografía era malísima y mis amigos se reían”, recuerda entre risas.
Ese juego inocente terminó transformándose en vocación. Aunque comenzó a actuar en 2010, él mismo admite que apenas en 2023 asumió la profesión con total seriedad.
“Fue hace poco cuando dije: lo mío es contar historias, y quiero ser el mejor”.
Desde entonces ha estudiado, se formó en un diplomado de un showrunner y empezó a escribir guiones propios. Esa claridad reciente lo impulsa con fuerza distinta. Ya no se trata solo de protagonizar telenovelas exitosas, sino de usar la ficción para decir algo más profundo.
El sueño de “un cine que se atreva”
Danilo habla con nostalgia de un cine latinoamericano que marcó generaciones: Amores perros, Y tu mamá también. Obras incómodas, auténticas, de esas que no pasan por un filtro complaciente.
“Hoy todo está muy cuadrado. Los escritores parecen atados de manos. Yo quiero hacer películas que te digan: ‘Danilo, estás loco, no hagas eso”.
Con esa idea fundó Be Dilusional, su propia casa productora. El nombre no es casual: “Sé delirante, cree en lo imposible”, es su mantra. Y aunque muchos lo consideraron una locura, financió de su propio bolsillo una película independiente de gran escala.
“Me dijeron que era imposible, que ningún actor invierte así en México y menos en inglés. Yo decidí hacerlo igual. Fue duro, sacrifiqué mucho, pero hoy me siento feliz porque lo logré”.
Ahora trabaja en nuevos guiones, convencido de que su camino apunta a thrillers psicológicos y narrativas intensas capaces de atrapar al público global.
Más allá de la pantalla: el campo y el fútbol
Detrás del actor hay un hombre profundamente conectado con sus raíces. Hijo mayor de cinco hermanos, creció en una familia trabajadora de Guayaquil. Su madre tuvo tres empleos para sacarlos adelante, y ese esfuerzo marcó su manera de ver la vida.
“Muchos creen que nací en cuna de oro, pero la verdad es que nunca fue así. Vengo de una familia común, lo especial en mi vida es mi trabajo”.
Con sus hermanos comparte otro sueño cumplido: una hacienda agrícola donde cultivan banano, tabaco, arroz y maíz. “Es una parte de mi vida que no muestro mucho en redes, pero para mí es esencial. Todos venimos del campo, aunque lo hayamos olvidado”.
La hermandad es un valor central en su vida. “Con mis hermanos es todo contra el mundo. Si uno cae, todos nos levantamos”. Esa misma unión lo ha llevado a involucrarse en el Deportivo Quito, histórico club de fútbol ecuatoriano.
Todo lo que gana como imagen pública en su país lo dona a las divisiones formativas del equipo: becas, balones, uniformes, entrenadores.
“Si no fuera actor, sería dirigente deportivo. Me emociona dar a los jóvenes las oportunidades que yo tuve en el fútbol”.
Fama, vulnerabilidad y equilibrio
El éxito también trae una cara compleja: la exposición constante.
“Llega un momento en el que nunca dejas de ser famoso. Vas al gimnasio como Danilo, pero tus vecinos ven al personaje que vieron la noche anterior en la tele”.
Durante años se cuidó demasiado: no bailaba en discotecas, no tomaba un trago en público por miedo a ser grabado. Hasta que entendió que estaba dejando de vivir.
“Un día me dije: no voy a perder nada de mi vida por mi carrera. Aprendí a encontrar el balance. Sí, la fama es parte de mí, pero no me voy a negar experiencias por miedo a lo que digan”.
El estilo de un hombre clásico
Cuando le pedimos que defina en tres pares de zapatos, elige con precisión: unas botas de campo —para trabajar en la hacienda familiar—, unos zapatos Yancos de 1920 hechos a mano en España —elegantes y atemporales—, y unos buenos tacos de fútbol.
“Los zapatos son lo más importante de la vestimenta. Con ellos caminas el mundo. Definen cómo te plantas”.
Ese mismo contraste define su estilo: entre lo clásico y lo terrenal, entre la sobriedad y la pasión.
Valores que lo sostienen
En lo personal y lo profesional, Danilo se guía por principios claros: familia, hermandad y disciplina.
“El deporte me enseñó que el sacrificio no es algo negativo. Sacrificio viene de sacro oficio: el oficio sagrado de servir a un bien mayor. Si tu sueño es una película, tienes que sacrificar fiestas, tiempo libre, invertir horas en el guion. El sacrificio es lo que convierte los sueños en realidades”.
Un futuro escrito en mayúsculas
Hoy disfruta de su papel como villano en Velvet, “un personaje camaleónico que se comporta diferente con cada persona”, dice con orgullo. Pero sus ambiciones van más allá: quiere un Óscar, trabajar con Nolan, Spielberg o Ridley Scott, compartir pantalla con DiCaprio o Brad Pitt.
“Muchos tienen miedo de soñar. Yo no. Sé que es prácticamente imposible, pero no totalmente imposible”.
Al final de nuestra plática, nos dejó un mensaje para los lectores de Dapper:
“Sueñen en grande. Sean delirantes. Aunque les digan que es imposible, crean que sí lo es. Prepárense, sacrifiquen lo necesario y hagan todo para cumplirlo. Yo hice mi productora porque me dijeron que no se podía, y aquí estoy. Be Dilusional.”
El hombre detrás del reflejo
Danilo Carrera no es solo el galán de la pantalla. Es un soñador obstinado, un agricultor orgulloso, un dirigente deportivo, un hermano leal. Pero, sobre todo, es alguien que se atreve a imaginar futuros imposibles y a trabajar con disciplina para alcanzarlos.
En septiembre, lo vemos en portada con serenidad morada y una calma contagiosa. Pero por dentro late una convicción clara: no conformarse nunca, porque lo mejor siempre está por venir.