Mestiza: un viaje por las raíces latinas con espíritu contemporáneo

Mestiza es más que una propuesta gastronómica: es una celebración de las raíces, de los contrastes, de los encuentros. Un lugar al que se va no sólo a comer, sino a reconectar con el sabor de lo nuestro, reinterpretado con respeto y visión.

En una de las esquinas  gastronómicas más vibrantes de Polanco, se encuentra Mestiza, Raíces Latinas, el más reciente restaurante del Grupo Rosa Negra que celebra la riqueza culinaria de América Latina con una propuesta que mezcla tradición y modernidad.

 

 

Bajo una atmósfera elegante y envolvente, el lugar nos invita a explorar sabores que despiertan la memoria y seducen el paladar, con el sello de calidad al que este grupo ya nos tiene acostumbrados.

 

 

Desde el primer momento, la experiencia es muy buena. La carta abre con entradas que reinterpretan clásicos en clave sofisticada. Comenzamos con un guacamole martajado norteño, servido con pico de gallo y acompañado de queso panela a las brasas. Le siguió un ceviche verde con la pesca del día, marinado en aguachile de chile serrano y cilantro, acompañado de aguacate, camote y pepino. El equilibrio entre acidez, dulzura y el suficiente picante para sazonar es preciso, logrando que cada ingrediente tenga su momento de protagonismo en boca.

 

 

Para acompañar, optamos por dos de los cócteles insignia de su menú de mixología de autor: El Sacrificio y La Diosa. Uno elaborado con vodka y St. Germain, ofrece notas florales y una elegancia sutil, mientras que el otro, con ginebra, Aperol y mandarina es más audaz y refrescante, ideal para abrir el apetito. Ambos demuestran que la mixología en Mestiza es una extensión creativa de su cocina.

 

 

En los platos fuertes, la propuesta se presta como un balance entre lo rústico y lo refinado, con técnicas contemporáneas que respetan el producto. El filete de res en salsa de queso manchego curado, acompañado de pimientos de padrón y espárragos, es un plato fuerte que logra combinar potencia e indulgencia sin perder equilibrio. Por su parte, el cordero ahumado a la leña, cocido a presión durante 18 horas y bañado en salsa demi-glace con rub de sal ahumada y limoneta de habanero, se deshace al tacto y entrega una profundidad de sabor que deja a la carne habla por sí sola, así como una técnica impecable.

 

 

El final, como debe ser, fue memorable. Probamos el Pasión Caribeña, un pastel de mousse de maracuyá con frutos del bosque y merengue, que combina acidez y dulzura con una textura aérea y delicada. Y también el Gelato Divino, un helado casero de pistache con aceite de oliva extra virgen, pistaches tostados y sal negra: una muestra de que incluso en los detalles más pequeños, el restaurante apuesta por la excelencia.

 

 

Más allá del menú, hay un factor que eleva la experiencia: el servicio. Cálido, atento y genuino. Cada recomendación, cada detalle en mesa, confirma que la hospitalidad aquí no es un accesorio, sino parte del alma del lugar.

 

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