La pasta es uno de los clásicos italianos favoritos de todos; su versatilidad la convierte en un platillo que ha pasado fronteras y se ha consolidado como una opción en las alacenas de los hogares alrededor del mundo, sin embargo no siempre fue así.
Si bien mucho se argumenta sobre si el verdadero origen de la pasta es chino o árabe, se conoce que ambas culturas fueron las pioneras (en sus respectivos espacios del globo) del uso de granos para generar este alimento.
Además, aunque en la antigua Roma existía un tipo de tortas llamado laganum (de donde deriva el término lasaña), el origen de lo que actualmente conocemos como pasta italiana se le atribuye a la influencia musulmana que ocurrió en Sicilia durante el siglo XII, ya que para el siglo XIII se pueden encontrar las primeras referencias históricas a este platillo.
Para la Edad Media, la pasta era considerada como un platillo para la aristocracia debido a su tiempo de cocción (superior al de la actualidad) y la rareza de los ingredientes con los cuales eran servidos (azúcar y otras especies que ya no encajan con los sabores actuales); aunque esta delicadeza de especialidad no se mantendría igual por mucho tiempo, ya que tan sólo un siglo después, la pasta se convertiría en un alimento accesible para todos.
El siguiente gran salto dentro de este platillo no llegó hasta varios siglos después con la introducción de un nuevo ingrediente: el jitomate. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, llegaron nuevos vegetales a Europa, los cuales revolucionaron la gastronomía de diferentes países: la salsa de tomate se volvió en un básico italiano. Curiosamente no fue hasta mediados del siglo XIX que encontramos la primera receta de pasta con salsa de tomate.
La historia de la pasta refleja la historia de la propia evolución que las sociedades han tenido que hacer, así como el cambio de los gustos de nuestro paladar como seres humanos.