Regresamos a La Buena Barra: una nueva aventura gastronómica

La Buena Barra sigue consolidándose como uno de los spots imperdibles en Polanco. Cada platillo, cada bebida y cada detalle del servicio contribuyen a una experiencia única que invita a regresar una y otra vez.

Después de nuestra primera visita a La Buena Barra, no podíamos resistir la tentación de volver a disfrutar de su propuesta culinaria en el corazón de Polanco. Esta vez, la experiencia nos llevó por un recorrido distinto, con nuevos sabores y sorpresas que no dejaron de impresionar.

 

 

Aperturamos nuestra comida con dos bebidas de su menú de mixología: empezamos con una refrescante mezcalita de tamarindo, el balance perfecto entre el ahumado del mezcal y la acidez dulce del tamarindo, ideal para abrir el apetito. Le siguió el Raspberry Mushroom, un cóctel vibrante y colorido, donde el Beefeater Pink se combina con el frescor del limón, jugo de arándano y frambuesas. Un trago tan refrescante como elegante, ideal para quienes buscan algo afrutado sin perder la intensidad del alcohol.

 

 

Comenzando en el área de la gastronomía, nos aventuramos con una ensalada de burrata. La combinación de la cremosidad de la burrata con la dulzura de las rodajas de manzana y el toque ahumado del melocotón asado, lograron una armonía que nos gustó mucho. Un contraste entre lo fresco y lo cálido, entre texturas y sabores.

 

 

Para continuar con lo clásico, optamos por un trompito de pastor, un clásico mexicano reinterpretado: el trompito de pastor. Sazonado pero sin llegar al extremo y acompañado de tortillas de harina y de maíz, así como su respectiva porción de piña asado y unas cuantas porciones de queso, este plato fue un deleite tanto por su sabor como por su presentación impecable.

 

 

Con la intención de limpiar un poco el paladar, como últimos cócteles pedimos un clericot de vino tinto y también el Olaf, el cual sin duda robó miradas: un mezcal joven espadín acompañado de piña tatemada, un toque cítrico y tocineta frita. Una mezcla que, si bien puede parecer inusual, logró un balance entre lo dulce, ahumado y salado, convirtiéndose en el acompañante perfecto para nuestra velada.

 

 

Y como ya es costumbre, no podíamos irnos sin probar los postres, y decidimos cerrar con dos opciones que sonaban deliciosas: los churros y el pay de guayaba. Los churros, crujientes y servidos con una selección de dips tanto de chocolate como cajeta, fueron un final divertido y reconfortante. Mientras que el pay de guayaba, con su base suave y ese toque tropical, nos recordó que en La Buena Barra cada detalle está pensado para sorprender.

 

 

Para los digestivos, nos decantamos por un licor de anís que brindó el toque cálido perfecto para culminar la comida, acompañado de un té de frutos rojos que cerró el ciclo de sabores de manera ligera y refrescante.

 

 

La Buena Barra sigue consolidándose como uno de los spots imperdibles en Polanco. Cada platillo, cada bebida y cada detalle del servicio contribuyen a una experiencia única que invita a regresar una y otra vez. En esta segunda visita, salimos igual de encantados, confirmando que este es un lugar donde las expectativas siempre son superadas.

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