A menudo se espera que las películas tengan mensaje, hablando de una enseñanza que puede terminar siendo meramente moralina, y parece ser una métrica fácil para darles un lugar importante. Sin embargo, el cine no está sujeto a tales condiciones, ni se supone que sirva para un único propósito, pues es una herramienta de expresión humana, tan libre como el autor que la utilice. Taika Waititi, director-escritor-productor-actor maorí de ascendencia rusa y judía, la ha utilizado para crear Jojo Rabbit, una película que golpea en las entrañas, que divierte, que consuela y que, sin ser moralista, hace una fuerte declaración que todo el mundo parece necesitar.
Al ridiculizar al personaje y a toda la ideología nazista, Waititi despoja a Adolf Hitler de su pedestal de odio y temor. La naturaleza de la sátira es quitar el poder a través del humor, y eso sucede con el dictador, pues se le rebaja a una imagen simple con una interpretación hilarante y diálogos como “el tipo es un lunático” o “jódete Hitler” que aterrizan la verdad de sus acciones a una locura, no menos grave, pero sobre la cual es mucho más difícil mitificar o encontrar grandeza.
El dilema es que el protagonista es un niño de diez años que toda su vida escuchó el mismo discurso, y ha crecido convencido de ser superior a los demás, de dar la vida por su patria, de seguir a su líder cueste lo que cueste. La ternura de Jojo nos hace olvidar por momentos que ese ardiente deseo de ser el mejor amigo de Hitler es un reflejo de la realidad, en la que la propaganda y un contexto histórico de desolación llevaron a muchísimos por un callejón sin salida. Es imposible justificar las acciones de millones de jóvenes en esa situación hace ochenta años, pero es posible comprender cómo fue que sucedió, para que hoy en día sepamos vigilar, cuestionar y decidir sobre los mensajes que se nos presentan.
Se ha dicho incontables veces que nos construimos de historias. Esa es la forma más antigua, y posiblemente la más poderosa, que tiene la humanidad para seguirse construyendo. Y es por eso que no podría haber canción más adecuada para el final de Jojo Rabbit; Heroes de David Bowie, que acompaña a Jojo y Elsa en ese momento de libertad, y ellos que nos recuerdan que no estamos determinados por nuestras circunstancias, el mundo se caía a su alrededor, y aun así encontraron dentro de sí mismos la fuerza para actuar con amor, y ser héroes un día a la vez.
Taika Waititi suele tomarse sus entrevistas a la ligera, cuando le preguntan sobre la película no elabora sobre el mensaje que quiso enviar, pero su obra habla por sí misma, y aunque no sabemos cómo pasará a la historia, quedará en los corazones de todos cuantos la vieron, porque es una caricia, un filme que muestra el lado más humano de una guerra, y que nos hace creer de nuevo en que todo lo que necesitamos es un poco de amor.