Ubicado en el corazón de Polanco, fuimos a visitar “La Buena Barra” un restaurante que destaca por su oferta de cortes de carne al carbón y delicias regionales, con una atención detallada en la calidad y presentación de cada plato.
Con un primer vistazo a su menú (y al lugar) pudimos darnos cuenta que la experiencia gastronómica se centra en la comida mexicana contemporánea en un ambiente casual elegante, ideal para quienes buscan platillos tradicionales reinventados con toques modernos.
Arrancamos nuestra velada aventurándonos en su extenso menú de bebidas, optando por una opción atrevida, “Octopus Hug” y a la par un clásico de casa, la mezcalita de jamaica, “María Bonita”. El primer cóctel es ideal para quienes desean la combinación de una bebida de calidad con espectáculo, la combinación de la ginebra servida con curaçao, cítricos y arándano resulta en un sabor de mora azul dulce pero refrescante.
Para abrir el apetito, probamos un poco de la sopa del día y ordenamos el chicharrón de ribeye sobre una cama de guacamole. La sopa fue el inicio confortable de la comida de la noche, pero la entrada acompañada de tortillas de harina y maíz, así como las salsa de la casa, fueron un gran paso en la dirección correcta.
Crujiente por fuera pero suave por dentro y sazonados de manera correcta, el chicharrón creó un pairing perfecto con la suavidad del guacamole, y si bien éramos dos, esta entrada fácilmente podía haber funcionado para cuatro o cinco personas.
Como platillo fuerte optamos por variar de las típicas carnes rojas, que aunque sabemos son la especialidad de la casa, quisimos probar otra área de su cocina, y no fuimos por su menú marítimo con un pulpo a las brasas, y vaya que no decepcionó.
El sabor a carbón fue la combinación ideal de mi aderezo favorito del plato, una infusión de ajo, que a la par me sorprendió con un pairing que nunca antes había visto con pulpo: plátano macho. La dulzura de esta fruta frita balanceaba el resto del platillo llegando a convertirse en el platillo estelar de nuestra comida.
Y no existe una buena comida sin postre, por lo que optamos por un volcán de caramelo acompañado por un helado de cardamomo y crema congelada (que se espolvoreó de una manera casi teatral que nos fascinó). Simplemente una delicia necesaria al término de la comida.
Para cerrar con unos pequeños digestivos regresamos a su menú de coctelería y nos pedimos un carajillo, el cual venía acompañado de una bola de nieve de vainilla y su cóctel “Gentleman Ginger”, hecho a base de whiskey, miel y jengibre. Ambos fueron el cierre ideal para una tarde lluviosa en la Ciudad de México; en especial como un acompañamiento de la excelente vista que se aprecia desde su terraza.
Si pudiera describir nuestra experiencia en La Buena Barra en una sola palabra sería calidez. Desde el recibimiento por las hostess, el ambiente del mismo restaurante en sí, la increíble atención de nuestro mesero Francisco y el sazón de los platillos, este restaurante mostró porqué se ha convertido en uno de los spots favoritos dentro de Polanco y la capital mexicana.