Si creías que Rush (2013) o Ford vs. Ferrari (2019) eran films únicos que capturaban la adrenalina del automovilismo, es hora de redescubrir Days of Thunder (1990), el clásico infravalorado que mezcla velocidad, romance y filosofía de vida con el sello inconfundible de Tony Scott y Tom Cruise.
‘Days of Thunder’ es más que NASCAR
Protagonizada por Tom Cruise como Cole Trickle, un piloto rebelde, con talento bruto, pero sin disciplina, la película explora la psicología del competidor: la obsesión por ganar, el miedo que queda tras un accidente y la redención gracias a su mentor, Harry Hogge (Robert Duvall).
La relación entre Cole y Harry es el corazón del filme, con diálogos memorables como “No conduzcas con ira”, frase que resume la elegancia bajo presión que todo hombre aspira a dominar.
Salud mental
De manera sorpresiva, la película trata temas serios como las lesiones cerebrales en el deporte. Hay una escena en particular, donde Nicole Kidman (como la neurocirujana Claire Lewicki) advierte a Trickle sobre los riesgos de volver a competir tras un traumatismo.
Sorprende por el hecho de anticipar debates actuales sobre deportistas y conmociones. Un recordatorio de que hasta los héroes necesitan algo de vulnerabilidad.
Curiosidades
El diseño sonoro le valió para una nominación al Óscar, además, se utilizaron cámaras montadas en los autos para crear una inmersión sensorial revolucionaria para 1990. El rugido de los motores V8, los pit stops coreografiados como ballet y hasta el smell of gasoline casi se perciben en pantalla.
Más allá de ser una película sobre carreras, la ambientación grita que se trata de los 90’s. Gafas aviador, chaquetas de cuero y los icónicos uniformes de patrocinadores como City Chevrolet. Temazos como “Show Me Heaven” de Maria McKee y el score electrizante de Hans Zimmer.
Tienes que verla
¿Es predecible? Sí. ¿Tiene escenas absurdas? Sí, como la “cita” de Cruise y Kidman entre resonancias magnéticas. Pero son momentos muy contados en comparación con la acción, el humor y corazón de la película.
Como diría Harry Hogge: “Un auto es sólo espejos y ventanas… lo que importa es quién lo maneja”.