Que pasamos mucho tiempo conectados a internet a través de nuestros dispositivos electrónicos no es ninguna novedad. De hecho se estima que, en promedio, una persona pasa entre dos y cuatro horas diarias mirando la pantalla de su teléfono, lo cual podría llegar incluso a parecer poco.
La cantidad de horas que según diferentes estudios gastamos en ver nuestros smartphones varía, sin embargo, todas estas investigaciones coinciden en que las redes sociales son la parte del internet que más consumimos. Un dato que, para cualquiera que tenga, por ejemplo, una cuenta de Instagram medianamente activa, no resulta nada sorprendente.
Las redes sociales nos permiten sentir cercanía y tener interacción no solo con los familiares y amigos que no frecuentamos físicamente, también con políticos, celebridades, intelectuales o cualquier personalidad de la vida pública que decida incursionar en ellas.
Un efecto que en parte se produce gracias a que, no importa quién seas, la plataforma funciona igual para todos los usuarios, como una suerte de foro universal abierto al público en el que a veces la audiencia no alcanza los 100 seguido res, pero que puede llegar a congregar a millones si el contenido cumple con las expectativas de un público que exige actualizaciones diarias.
Un perfil en cualquier red social es un vistazo a la vida del usuario, o al menos la fracción de esta que quiere que se conozca. Navegar por las vidas de otros nos lleva casi inevitablemente a escudriñar nuestros propios perfiles (para este propósito se han diseñado funciones específicas, como la que tiene Facebook), a pulirlos para que muestren solo lo que queremos transmitir. Y cuando publicamos una foto (o lo que sea) regresamos a la página una y otra vez, a la espera de interacciones por parte de nuestros ‘seguidores’.
Ver publicaciones propias y contar los likes que recibimos podría entenderse como una especie de actitud millennial narcisista, sin embargo hay estudios que afirman que el efecto que producen los likes en el cerebro se asemeja más a lo que ocurre en la mente de una persona adicta a las apuestas cuando gira una ruleta, y eso se debe un factor muy específico: cuando publicamos algo en redes no sabemos a ciencia cierta cómo va a reaccionar nuestra ciberaudiencia.
En psicología, el sistema de recompensa variable es un concepto que ha ayudado a entender por qué las personas reinciden en una adicción.
Pongamos por ejemplo las máquinas tragaperras: cuando alguien juega no sabe si va a ganar o perder, y aunque la recompensa no está garantizada lo intenta una y otra vez porque el sistema de recompensa variable provoca que el cerebro libere dopamina, sustancia química responsable de las emociones, los movimientos y las sensaciones de placer y dolor, así como del sentimiento de búsqueda de recompensa.
Dicho de forma extremadamente simplificada, la química cerebral nos hace reforzar acciones que podrían darnos lo que deseamos; la dopamina se libera cuando anticipamos que algo bueno viene en el camino, y si esto no llega nuestro cerebro nos orilla a que hagamos de nuevo lo que nos podría llevar a alcanzarlo.
Los estudios en torno al uso de redes sociales apuntan a que algo muy similar ocurre en nuestras mentes cuando publicamos algún contenido, aunque en este caso entra en juego el factor social, que tiene que ver también con la búsqueda de validación.
Al postear, por ejemplo, una fotografía, el usuario no sabe si recibirá muchos likes (que se entienden como una validación positiva) y es entonces cuando se activa el sistema de recompensa variable: la dopamina empieza a producirse cuando el usuario está a la expectativa de la validación, es decir, antes de que los likes empiecen a aparecer. A primera vista la búsqueda de validación en redes sociales podría parecer inofensiva, pero
¿qué pasa cuando alguien no recibe los likes que esperaba ?
Aunque hay personas para las que esto pueda sonar ridículo, los efectos negativos de las redes sociales repercuten más profundamente en personas con baja autoestima, falta de autocontrol y depresión, y se refuerzan cuando el usuario en cuestión se compara con otros usuarios que sí han sido validados por el poder del like. El propio Justin Rosenstein, creador de los likes en Facebook, ha dicho en ocasiones que estas formas de interacción son «golpes brillantes de pseudoplacer» y si bien esta definición podría sonar dramática, vale la pena hacer un esfuerzo por mantener en equilibrio nuestra relación individual con las redes sociales para no vivir enganchados al like.
Por: Ana Noriega Roca